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Mireya  




Sayna+
Ben y Mireya han triunfado. Su imperio criminal es dueño del mundo. Un mundo donde los tratamientos para la juventud mantienen jóvenes a todos. Un mundo de felicidad y alegría, si no desafías su poder.
  Es una sociedad estable donde la política de no hacer olas de su imperio ha mantenido el cambio a un mínimo.
  En esta cultura admirable, una extraña urgencia está sacudiendo a la sociedad, es un fuerte deseo sexual que afecta a mujeres y hombres, un efecto secundario de los vitales tratamientos de juventud. La conducta moral, los matrimonios y las relaciones se están deshaciendo. El mundo se está deshaciendo.
  Zayna, una adolescente precoz, con inigualable aspecto sensual, es una nueva concubina en el Serrallo de Ben. Mireya la ha escogido.
  Zayna quiere arreglar el mundo. ¿Qué puede hacer esta chica ingenua?





“Un temido criminal rige al mundo y sus mujeres son adorables asesinas y heroínas populares.
Parecería ser una sociedad inverosímil, hasta que lea este libro”

Viñetas:

Una mujer está caminando en esta dirección’.
  La veo, una de la manada. Ella pasa a través de la puerta lateral.
  Temuera se da cuenta y pregunta, con un toque de disgusto, “¿Qué quieres Hariata?”
  Ella no contesta, busca a través de sus bolsillos y saca una pequeña pistola láser. Se detiene a tres metros de distancia. “Están bajo arresto por alta traición. Soy la Agente Federal Katherine Lumhold de la Policía Federal Australiana. Por favor no ofrezcan ninguna resistencia. He llamado a los guardias, los cuales están bajo mis órdenes directas”.
  Veo dos guardias acercándose a la puerta lateral, por el otro lado. Cruzan la puerta, muy a gusto, sus potentes láseres apuntando hacia abajo. Deben estar pensando. ¿Qué pueden hacer cuatro chicas parranderas?
  Una luz brillante láser corta el aire y el brazo derecho y la cabeza de Hariata caen rodando al piso. Apunto mi cartera a la cara de uno de los guardias y simultáneamente empujo dos diamantes. Una luz brillante y el guardia se colapsa; un milisegundo más tarde, el otro cae.
  ‘Maten a los guardias que están afuera’, doy la orden.
  Las ventanas se iluminan con luces furiosas.
  Estoy ahora de pie y encarándome con Temuera. “No, no es una broma. Somos jóvenes pero capaces. Soy la segunda esposa de Ben Delanei y estas son mis asistentes. Hay cien guardias afuera. Están aquí para nuestra seguridad”.
  Ella está pálida como el papel. Mis concubinas están tranquilas.

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