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Mil años en el futuro la humanidad prospera en la Tierra y en una multitud de hábitats que orbitan alrededor del Sol, donde Imperatrix Mundi garantiza paz universal.
  La tecnología ha hecho posible una sociedad donde las personas son por siempre jóvenes y tienen todo lo quieren. No hay preocupaciones y la gente debería ser feliz.
  Lo son, pero ¿por cuánto tiempo?
  Hay esta conciencia interna de que la ciencia ha llegado a su límite y es imposible alcanzar las estrellas. La sensación de la civilización ha llegado a una meseta y el futuro es sombrío. No hay adonde ir.
  Lorenzo, hijo de la Imperatrix se encuentra varado en la Tierra, donde encuentra a Dianne, una adolescente escuálida. Su destino los lleva por una ruta aventurera que choca con las ambiciones de gente centenaria.
  Sin embargo, cuando Lorenzo es asesinado, Dianne se entera de que ella está a cargo.
  ¿Qué puede ella hacer?




Viñetas:

Me muevo con calma, pero cuando acelero mi cuerpo, mis ojos centellean con nuevas perspectivas. Cinco, por lo menos cinco están mirándome furtivamente. Las mujeres son menos obvias. Mi cerebro de pajarito forma una rutina de defensa, una nube de mis sensores ya está en el aire y queda claro que me están esperando.
  Veo a Kiko, muy lejos y apartado de la acción. De alguna manera Dianne ha detectado algo y ahora está de pie, muy tranquila. Mis sensores buscan una escapatoria y no hay ninguna. Modero mis movimientos, ocultando mi modo acelerado. Me llevare algunos conmigo. Este es un buen ejercicio. ‘Láseres, apuntando’. Lo sé. Voy avanzando rápido. Llega a la primera línea de la emboscada y ruedo hacia abajo. Rayos láser pasan encima de mi cabeza. Tiro a uno, dos; encajo mis dedos en sus tórax. Uso a otro como escudo. Salto, aterrizo entre dos. Mis dedos sumen sus ojos y me agacho. Más líneas de láser. Una me toca. Puedo moverme. Ruedo y paso sobre alguien que debe estar tomando el sol. Siento otra quemadura leve. Me arrastro entre las piernas de los bañistas en pánico y rompo la pierna y la espina dorsal de otro. Tengo que acabar con cinco más, además la segunda y tal vez tercera línea de la bien planificada emboscada. Una mujer está delante de mí; salto y le rompo el cuello. Miro hacia la playa y Dianne me esta mirando, horrorizada. Salto otra vez. Mi pierna izquierda está caliente. La veo caer sobre la arena. Agarro a otro y le aplasto el cráneo. Hice bien, hay ocho en el suelo. Me quedo donde caigo. ‘Ya envié estos recuerdos reviviré’. Una andanada de luces de láser me ciega.

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